1. No definir bien los objetivos
Cuando un paciente que quiere perder peso llega a la consulta y se le pregunta cuál es su objetivo o cuál es la motivación que le ha llevado hasta el nutricionista muchos de ellos responden “quiero perder X kilos”. Y es que en realidad la finalidad última puede ser esa, pero no hay que confundirla con las acciones que deben realizarse, y que están enmarcadas dentro de la pauta y la educación nutricional propuesta por el profesional, para conseguirlo, es decir los objetivos.Por lo tanto lo objetivos, cuando hablamos de perder peso, deben responder a acciones, que provocan a su vez determinadas consecuencias. Es decir, si lo que necesito es perder 10kg de peso, para que mi porcentaje de grasa e índice de masa corporal sea los adecuados, deberé realizar una serie de acciones para poder lograrlo. Esas acciones representan los objetivos a definir, ya que llevándolas a cabo conseguiré perder los 10kg.Sabemos que la motivación depende de los resultados, pero cuando estos resultados necesitan un medio o largo plazo para llevarse a cabo es muy probable que la motivación se vaya diluyendo o sufra altibajos.Cuando establecemos bien los objetivos y estos son específicos, medibles, realistas o alcanzables, importantes para el resultado final y acotados en un espacio de tiempo, somos capaces de mantener los niveles de motivación elevados, al tiempo que vamos observando cambios positivos en nuestra composición corporal, así como en otros indicadores de salud.
2. Utilizar el peso como único indicador
Cuantas veces habrás escuchado eso de que el peso es solo un dato en la ecuación de la pérdida de peso y que no siempre es un buen indicador de la misma. Pues bien, el peso además, como hemos indicado antes, no sirve como objetivo, ya que no representa un acción en concreto.El peso corporal puede verse influenciado por diversos factores como el estado nutricional, la hidratación, el sueño, el ejercicio físico o la menstruación en mujeres.Nuestro peso corporal representa la suma de la masa grasa y la masa libre de grasa, o lo que es lo mismo, todo lo que no es grasa y que incluye masa muscular, agua, hueso y tejidos blandos.En el proceso de pérdida de peso lo que buscamos es la pérdida efectiva de masa grasa, mientras conservamos la masa libre de grasa. Al pesarnos en una báscula convencional desconocemos si estamos perdiendo grasa, músculo o agua, ya que no ésta no diferencia de dónde proviene el peso perdido.Para determinar si verdaderamente estamos perdiendo grasa debemos realizar o bien una medición antropométrica, que incluya pliegues corporales, o bien una bioimpedancia eléctrica. Ambas deben llevarse a cabo con el equipamiento adecuado, que además debe estar bien calibrado; por un medidor experimentado, asegurándonos así que los resultados sean válidos y reproducibles.
3. Seguir una dieta demasiado restrictiva y no personalizada
Vivimos en la era de la información y cuando se nos estropea el microondas lo primero que hacemos es buscar en Google “como arreglar microondas”. En ocasiones, tras dedicar varios minutos de nuestro tiempo encontramos la solución que buscamos, pero otras veces, cuando la respuesta es más compleja o simplemente hay demasiada información, ponemos en marcha lo que se conoce como sesgo de confirmación, una tendencia a buscar, interpretar y favorecer la información que confirma nuestras propias creencias. Es decir, damos por válido aquello que coincide con nuestras convicciones.Esto puede ser peligroso ya que estamos expuestos a muchos tipo de información, por ejemplo la emitida por la publicidad, o a los mensajes de los influencers, a los que, por el echo de tener muchos seguidores damos credibilidad, en áreas del conocimiento que deberían estar reservadas a los profesionales cualificados, sobre todo cuando hablamos del ámbito de la salud.Y es que una dieta demasiado restrictiva, desequilibrada, que limita el consumo de determinados grupos de alimentos cuando no existe una patología establecida, puede resultar muy dañina, tanto física como psicológicamente.Y no solo eso, sino que es imposible de mantener en el tiempo, recuperando al abandonarla todo el peso perdido, sin haber aprendido nada sobre educación nutricional, es decir sin haber aprendido a comer para no tener que hacer este tipo de dietas.En resumen, frustración y tiempo perdido.Las personas que quieren perder peso no deberían seguir la dieta del famoso de turno que aparece en esa revista que precisa vender ejemplares. Necesitan una
pauta y una educación nutricional personalizada, que distinga, en primer lugar, cuales son sus requerimientos energético-nutricionales. Y lo haga teniendo en cuenta todas sus particularidades dietéticas, al tiempo que ofrece las herramientas que favorecen la adquisición de unos hábitos adecuados.El dietista-nutricionista es mucho que el profesional que pone dietas, es el encargado de establecer los objetivos individualizados que tengan importancia dentro del tratamiento nutricional del paciente, de hacerlo de forma progresiva y basado en la evidencia científica y dando soporte al proceso con información veraz, con empatía y motivación.